EL DIARIO DE ÉL Y DE EL OTRO, Y EL ENCUENTRO.
Por Jhoan Mauricio Garcia
— ¿Y cuál es ese regalo? –le preguntó El Otro mientras estiraba un poco su pierna.
— Fue un NINTENDO. Me lo dio mi mamá –contestó Él con la mirada aún en la ventana– Lo recibí por hacer la primera comunión, ese día fue…
Calló un instante y empezó tararear alejando su vista de la ventana. Después prosiguió:
— ¿Escuchas? –dijo señalándose los oídos–. Say your prayers, little one don’t forget, my son… exit light, enter night, take my hand.
El Otro no escuchaba nada, pero yase había percatado de que en Él eran frecuentes las interrupciones mentales, ocasionadas, casi siempre, por recuerdos que gozaban de algún referente mediático. Primero fue el mundial del 90; luego el cine de shaolines y semana santa proyectado en un viejo teatro que te comían las pulgas; y por último –y tal vez el recuerdo más extraño de todos– el de aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Sin embargo Él confiesa, queesta última imagen le aturde, por no saber si es de Él o de otro.
Un rayo de impaciencia atravesó el rostro de El otro.
— Sí, sí, pero cómo fue ese día –dijo.
— ¿Cúal día?
—… el de la primera comunión.
— Ah, ah –contestó Él con la boca entreabierta y echando un poco la cabeza hacia atrás- No, ese día fue lo más chistoso, se me llenó el pantalón de parafina durante la procesión.
— ...
El otro cuando se quedaba en silencio con unos ojos tan grandes, que abarcaban el horizonte, dejaba escuchar sus ideas, esperaba una respuesta distinta, le parecía imposible no comprender lo que significaba ese día. Él no le entendía, su lenguaje era limitado, el pensamiento de El otro le enajenaba.
— Ya sé por que no entiendes -dijo El otro interrumpiendo el silencio– Nunca has pensado en lo que pudo ser ese día. Ese día –lo miró como un lince y continuó– fuiste consagrado por dos religiones.
Él permanecía inmóvil en la silla, su mirada era la de no entender nada. Ese día había terminado por ser sólo un recuerdo.
— No me mires así… yo sé que sabes a lo que me refiero –dijó El otro levantándose y caminando en círculos–. Tal vez tengas razón, puede ser que sólo sea un recuerdo –dejó de caminar un momento y continuó–. Pero un recuerdo en el que eras guiado como becerro y hechizado por una nueva fantasmagoría.
El lenguaje de Él por un momento dejó ser limitado, y podía entender lo que El otro decía. Su repuesta salió como de un volcán.
— ¡Pero estaba muy chico!
— Sí, pero eso no es excusa para nunca pensarlo. –dijó El otro deteniéndose y dejando su mirada en Él–. Por eso no te das cuenta que el regalo de tu mamá definió muchos de tus amigos y las relaciones con ellos. Que podías ser recibido en nuevos círculos. Ni que hablar de la otra religión. ¿O cómo eran los domingos de los que alguna vez me hablaste? –se acercó a la silla y continuó–. Caminando de pantalón y camisa para ir a misa…
—En los pueblos eso es parte de la tradición. Los domingos son un día especial –dijó Él de manera apresurada, tratándose de justificar.
— ¡La tradición!... eso no es más que la democracia de los muertos, como diría Chesterton –esgrimió El otro–. Si no te has dado cuenta, cada vez más te pareces menos a tus padres, has sido testigo de ese cambio generacional. Lo sabes, sus pensamientos son demasiado viejos para esta sociedad. Se podría decir que no existen.
Las últimas palabras sonaron en la cabeza de Él como el crujido de un trueno que no quería escuchar.
—A lo mejor difiera de ellos en muchos aspectos –contestó–. Pero respeto su cultura, esa forma en que han decidido envejecer.
—Ese es tu mayor problema sigues siendo demasiado nostálgico y predestinado –replicó El otro–. Se te olvida que el hombre se hace civilizado no en proporción a su disposición para creer, sino en proporción a su facilidad para dudar. Que envidiable es tu ignorancia. Piensa en tu insignificante “gusto” por el cine –continuó mientras se sentaba de nuevo en la silla–. Fue una mujer, si no me equivoco, la que te sacó de esa “miopía cultural”. Ni si quiera eso con lo que a veces te identificas es tuyo.
—Para ti es fácil decirlo –dijo Él con una actitud que El Otro jamás había visto–. Hablas desde la urbanidad, y olvidas que te sucede lo mismo. ¿O acaso ese deseo de emigrar es gratuito?
—Debo admitir que mi nueva posición me otorga distintas posibilidades –contestó El Otro con la mirada en una pequeña araña que caminaba por el techo–. Pero sí, a veces extraño la vida rural. La impersonalidad de los supermercados me fastidia –se levantó de la silla y dirigiéndose a la ventana continuó–. Porque no miras el paisaje, así más fácil me entenderás. Que se puede esperar de un pueblo –dijo señalando el horizonte– en el que sus gobernantes tienen como principal fuente de desarrollo la erradicación de toda señal de violencia con el fortalecimiento de su pie de fuerza. La justicia que hoy se practica es de rapidez y eficacia, mas no de justa.
—Tal vez sí –dijó Él mirando hacia la ventana–. Se nos hace creer a todos que lo primordial es la seguridad democrática cuando todo es un problema de cultura. –se levantó de la silla y se acercó a la ventana junto a El Otro–. Pero admítelo tú también haces parte de esos todos, o acaso esa idea de emigrar para un mejor futuro nació contigo.
—…
—Ya sé lo que estás pensando… y me parece patético que lo argumentes cómo un proceso de evolución de todas las especies.
Por un momento la luz de la habitación se apagó y se volvió a encender, no se sabía quien estaba junto a la ventana si Él o El Otro.
Nota Del Traductor
El anterior texto es un fragmento (dedicado al play station como fuente de saber y desconocimiento) de las escrituras de un conversa torio, que se dio entre el autor y devotos de winning eleven meses después de la llegada del autor a la ciudad , bajo el nombre de El diario de Él y de El otro, y el encuentro.
Vale la pena aclararle al lector que comparto dos de sus posibles posiciones frente al texto (a) No es más que un intento fallido por trasladar los conceptos de Gramsci de su hombre en la masa, el cual podía tener dos conciencias teóricas (o una conciencia contradictoria): una de praxis; la otra, heredada del pasado y absorbida sin espíritu crítico, con todas las dificultades que este último punto implica. (b) Un plagio de la manera más grosera posible por parte del autor a El diario de Adán y Eva de Mark Twain. Es oportuno mencionar que hay quienes aseguran que el plagio del título no es evidente, y que en este texto el autor logra resaltar aspectos de su vida y presentar una mejora en su escritura, idea esta última que me parece errónea pues si recordamos sus primeros escritos, Oda a la neblina y Extraño el clima el frío, son una patética descripción –nada alejada del presente texto– de las dificultades del autor en su adaptación biológico-climática a la ciudad.
Fragmento del Diario de El otro.
Martes 25:
Me he enterado de una noticia fascinante: Dios ha muerto; y dicen que con su desaparición también se ha ido la culpa; de ser cierto, deberé empezar a pensar como un hombre libre.
Miércoles 3:
Ha surgido un nuevo Dios sin imagen, una autoridad anónima como diría Fromm, pero yo creo que tiene nombre .
Jueves 18:
He terminado por aceptar que no soy único, que soy producto de algo , y como producto me pregunto cuantos yo habrá.
Fragmento del Diario del Él