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UN ESPACIO DE EXPRESION DE LOS ESTUDIANTES DE COMUNICACION SOCIAL

REPORTAJE

   
     

 

LA PROCESIÓN VA POR DENTRO

laprocesion
11 Mayo 2007
Actualizado: 10:45 Cali, Colombia.

Por Yiseth Bonilla Velez

A veces la recuerdo. Siento como si tuviera una deuda, como que tendría que expiar algún tipo de culpa por no haber hecho nada al respecto…y no sé como hacerlo. Me deprimo, pero creo que no sé que es primero, una depresión que me lleva a auto compadecerme  y a pensar en ella, o primero pienso en ella y luego me deprimo, y luego  me auto compadezco. No sé, pero es un estado muy extraño. Sí, es como dicen, un duelo que no acaba y una rabia contenida porque la desaparición implica una serie de suposiciones sobre violencia y…

 

Los primeros rayos de luz penetraban entre las nubes, saltaban la cordillera occidental e iban invadiendo de calidez cada espacio que tocaban. Los pájaros intensificaban su canto, opacado por el ruido de los vehículos en la carretera. Rosario Díaz  no se percataba de tal espectáculo, ni de que estaba llegando a su lugar de destino. Aquel lunes santo de 1992, ella dormía en el bus que había tomado la noche anterior en Medellín. Poco antes de llegar al Terminal despertó repentinamente, se puso algo nerviosa y notó que ya era de día y que estaba en Cali.

Venía con el deseo de ver a sus hijos, aunque no los visitaba regularmente. Había atravesado recientemente por una época muy difícil, y tal vez quería escapar por un momento de los problemas que la oprimían en Medellín, donde vivía desde hace algunos años. No contaba con mucho dinero,  pero todo el que tenía planeaba gastarlo con sus hijos. Aunque tenía trabajos temporales, Rosario vivía prácticamente de lo que le daba su papá. No había terminado sus estudios y llevaba una vida de ocio.

Rosario era la novia del hijo de una familia muy adinerada y reconocida en el Urabá. Éste hombre había estado secuestrado meses atrás y después de su liberación, la relación entre ellos se deterioró mucho. Él tomó una actitud de total desconfianza frente a ella, pues en Turbo, el pueblo del que ambos procedían, corrían rumores de que los secuestradores eran conocidos suyos, y probablemente lo eran, pues en un pueblo todo mundo se conoce. Sin embargo, esto no significaba que Rosario tuviera participación alguna en el hecho. Pese a ello, la familia del novio creyó en los chismes del pueblo y pensaron que ella había tenido responsabilidad en el delito.

Ese mismo día llegó a la casa de los abuelos de sus hijos. Ya eran un poco más de las 9:00 de la mañana cuando Doña Magnolia la recibió sorprendida y acudió enseguida a llamar a sus nietos que jugaban en el patio con los nuevos juguetes que les había traído su papá de uno de sus viajes.

Pablo nació en 1980, cuando Rosario tenía tan sólo 15 años. Lo tuvo unos cuantos meses a su lado y posteriormente se lo entregó a su suegra. A pesar de que su relación con Fernando Martínez no era muy estable, un año después dio a luz nuevamente. Luis Carlos pasó mayor tiempo a su lado, cuando cumplió los tres años, se lo encargó a su mamá y finalmente, porque así lo prefería Fernando, pasó a manos de Doña Magnolia. Para él fue más complicado adaptarse a la crianza de los abuelos y fue mucho más apegado a su mamá que Pablo. Por su parte, Fernando tampoco permanecía mucho tiempo con sus hijos debido a que realizaba constantes viajes de negocios.

Cuando Rosario y Fernando se separaron no terminaron muy amistosamente. Sin embargo, decidieron dejar a un lado sus diferencias para compartir la Semana Santa con sus hijos en La Bocana. 
1    En Semana Santa uno no va a bañarse en el mar ni en los ríos porque se vuelve pescado…es tiempo para rezar.- Dijo Doñá Magnolia sonriendo, cuando les escuchó planear el viaje.

Partieron muy temprano al día siguiente. Fernando condujo el carro hasta Buenaventura, de ahí tomaron una pequeña embarcación que los llevó hasta la isla. En aquellos días las lluvias, comunes en ésta zona, menguaron un poco y el sol calentó más.  Fue una semana de poco recogimiento, mucha abundancia y diversión.  La familia parecía verdadera; experimentaban una extraña paz. Quizá la época religiosa había influenciado de alguna manera a los padres para que se olvidaran de sus problemas y la pasaran en armonía.

Eran casi las 10:00 de la mañana del domingo de resurrección cuando llegaron nuevamente a Cali. Fernando y los niños dejaron a Rosario en uno de los centros comerciales cercanos a La Tertulia, pues ella tenía que verse con alguien. Se despidió sonriente y bajó del carro.
2    Nos vemos más tarde- fue lo último que dijo antes de que ellos se marcharan.

Rosario no llegó en la tarde ni al otro día. Fernando se fue para Estados Unidos, en la semana de pascua. La ausencia de la madre de sus hijos no le extrañaba.

Mi mamá acostumbraba a desaparecerse, irse de viaje, irse de pinta, no decirle nada a nadie y aparecerse una semana después. Mi papá pensó que era una de esas desapariciones normales de ella. Nadie sabía de su paradero pero no se preocupaban porque era normal. 

El tiempo pasó rápidamente y empezaron a correr los rumores de su desaparición. Su  familia no lo aceptó en un principio. No denunciaron, no abrieron ninguna investigación.  Ellos vivían en Turbo, una zona muy peligrosa, bajo el dominio de narcotraficantes y grupos armados a su servicio. En sitios como éste es normal que aún hoy estos crímenes queden en la completa impunidad. El Estado no intervenía regularmente en el conflicto. El pueblo era uno más de los municipios olvidados del Urabá. Entre sus habitantes es común la desconfianza en las autoridades y los procesos judiciales, esto debido a  la corrupción de muchos funcionarios en la zona.

Las familias viven en el terror, prácticamente la gente sale  a la calle sabiendo que en cualquier momento puede perder la vida. Es muy tenaz.

La madre de Rosario no se resignó fácilmente a la pérdida de su hija. 

El último cuento que salió sobre mi mamá fue hace como siete u ocho años, y era que estaba en Europa. Esa es una historia que nació porque mi abuela se negaba a admitir cualquier otra versión de las que se oían en Turbo y empezó a difundir esa historia…que no tiene ninguna base.

A Pablo y Luis Carlos se les trató de ocultar la situación por largo tiempo. Sin embargo, Pablo, extrañado por la prolongada ausencia de su mamá, dedujo lo ocurrido pero tan sólo tres años después, cuando ya no se lo podían ocultar más, pudo asimilar por completo el hecho. El tema no se tocaba en las conversaciones familiares, aún hoy permanece vedado.

Luis Carlos, buscaba en ocasiones la soledad de su cuarto para llorar. Pablo contenía dentro de sí un fuerte sentimiento de rabia, impotencia y tristeza que no se borró con los años.

Ahí fue donde empezó una extraña etapa de duelo, porque igual, siempre me había faltado mi mamá, pero ahora sabía que era mucho más difícil pensar en estar con ella…y me hacía falta porque criarse con una persona que es de una generación anterior a la de los padres es muy duro. No sé como sea con los papás, pero yo tenía la ilusión de que tal vez por estar más cerca, ser más joven, mi mamá entendería muchas cosas que yo quería hacer en esa época…y además me hacía falta verla de vez en cuando.

La dura experiencia de tener a alguien desaparecido por supuesto resultó extraña para los hijos de Rosario Díaz. No estaban acostumbrados a compartir mucho tiempo con ella. Aparecía esporádicamente en fechas especiales, como un cumpleaños o una navidad, pero finalmente ellos sabrían donde hallarla, sabían que la verían tarde o temprano. Ahora emergía una amarga sensación de desconsuelo, toda esperanza moría rápidamente. Ella sólo los visitaría en sueños, por épocas su imagen invadiría sus pensamientos.
 
Ayer hablé con mi abuela. Me dijo que había soñado con mi mamá.  Ella llegaba de Europa y estaba toda feliz. La había visto y empezaron a hablar, pero que en el sueño mi abuela se iba a la nevera por algo de comer para llevarle y cuando regresó ya no podía seguir soñando, de repente despertó. A mi me dio mucha risa porque yo también he estado pensando mucho en mi mamá últimamente. Ha sido porque estoy empezando como a entrar en lo que pienso que  es la edad adulta, y éstos son momentos en los que uno cree que le hace falta que estén presentes ciertas personas para ver que es lo que pasa en la constitución de uno como adulto.

Las sospechas más agudas, en cuanto a los responsables de la desaparición de Rosario, cayeron sobre la familia de su novio. Ellos habían sido siempre una familia adinerada, que había prosperado gracias a la apropiación arbitraria de unos terrenos en el Urabá. Su capital monetario también se había incrementado cuando empezaron a involucrarse en el narcotráfico y el contrabando, delitos comunes en la región. Esto implicaba que tenían a su servicio fuerzas armadas, seguridad privada y todo aquello que no sólo les permitiera velar por su propia seguridad y defensa sino también que les sirviera para ejercer control y revestirse de autoridad en la zona. Eran personas respetadas y temidas, de las cuales se debía tener cuidado.

Yo creo que sería mucho más doloroso saber que pasó porque de alguna forma uno está como anestesiado o, por lo menos,  en la circunstancia en la que yo estoy, como que la vaina está muy reprimida…de hecho nunca sale. Nunca he tenido una crisis que sea tenaz en la que me ponga en un estado miserable, pero creo que sería  mucho más duro saber qué pasó, saber quiénes fueron los responsables, y tal vez no poder hacer nada o saber que nunca se hizo nada…sería un cargo de culpa mayor.

El duelo posterior a la pérdida del ser querido no termina con la resignación de haberlo enterrado, ni con la certeza de su muerte. Muchas veces no desaparece con los meses ni con los años, a pesar de que en nuestra cultura el duelo ya no se manifieste en el vestuario ni en la modificación de los hábitos de vida. Generalmente se trata de “sanar” rápido, de llenar pronto el vacío que dejó el otro, de seguir adelante…de olvidar. Pero ésta termina siendo una lucha infructuosa, donde sólo se consiguen reprimir emociones pero nunca se borra de la memoria el recuerdo de haber perdido a quien era parte de nuestras vidas.

Sería peor encontrarla muerta y no saber qué pasó. Entonces se abriría otro capítulo: ¿Qué le pasó? ¿Quienes fueron los responsables y qué hacer?...¡es una mierda! A uno le dan ganas de picar y comer del muerto.

Ya han pasado 14 años desde que no se supo más de Rosario y probablemente nunca se sepa qué le ocurrió. No habrá ni justicia ni reparación para sus hijos, sólo heridas maquilladas.

 

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